miércoles, 2 de mayo de 2007

LA TRAGEDIA TIENE CABELLOS RUBIOS: EL CASO WILLIAM BERGER













Pues de nuevo otra historia trágica ocupa el espacio de este blog. En este caso se trata de los terribles acontecimientos de los que fue coprotagonista el actor austríaco William Berger entre 1970 y 1971.

Pero no adelantemos acontecimientos y repasemos la accidentada carrera de este actor nacido en Innsbruck, capital del estado de Tirol, el 20 de enero de 1928 bajo el nombre de Wilhelm Thomas Berger.

En 1940, en plena Segunda Guerra Mundial, se traslada a los Estados Unidos, donde estudia ingeniería y participa en la Guerra de Corea bajo el mando de la Fuerzas Aéreas. Trabaja brevemente en la IBM, pero tiene bastante claro que lo que le gusta es escribir. Es por ello por lo que se apunta a unos cursos de guión para televisión. En una ocasión, su profesor le sugiere que sustituya a un actor en una obra de teatro de un instituto de Rhode Island. Su actuación es todo un éxito y le entra el gusanillo por la profesión. Hay que decir que su físico también le ayuda considerablemente: alto, guapo, rubio y de ojos azules, vamos, un cromo.

Se pone a trabajar en Broadway, donde actúa al lado de Henry Fonda. También desempeña diversos papeles en series de televisión como “Peter Gunn” o “El show de Dick Powell”. Durante una gira teatral que le lleva a Roma, su aspecto llama la atención de Marco Ferreri, que lo ficha para su película “L’uomo dei cinque palloni” (1965), en la que compartía cartel con Marcello Mastroianni, Ugo Tognazzi y Catherine Spaak.

Tiene dos hijos con su primera esposa, la cantante croata Hanja Kochansky: Katya (1964) y Kasimir (1966), que tendrán una muy breve carrera cinematográfica. De una relación anterior tenía otra hija, Debra, que también hace algo de cine. Ferreri lo vuelve a fichar para rodar “L’harem” (1967). Ese mismo año consigue su primer papel protagonista en “La lama nel corpo”, de Elio Scardamaglia. Es su primer contacto con el cine de género, que no abandonaría en sus más de cien películas y del que se convertiría en uno de sus puntales.

Su primer “western” es la coproducción “Trampa para un forajido” (Mario Maffei, 1967), cinta ya repleta de actores genéricos como Eduardo Fajardo, José Bódalo o Jorge Rigaud. El lejano Oeste de Almería se convierte en su segundo hogar en títulos como “Cara a cara” (Sergio Sollima, 1967) -tráiler-, “Su nombre gritaba venganza” (Mario Caiano, 1968) y “Oro sangriento” (Gianfranco Parolini, 1969). También incorpora al semi-célebre pistolero Sartana en títulos como “Una larga fila de cruces” (Sergio Garrone, 1969) y “Sartana en el valle de oro” (Roberto Mauri, 1970). Su popularidad se dispara y el horizonte se divisa feliz. Pero poco después de rodar a las órdenes de Mario Bava “Cinco muñecas para la luna de agosto”, la suerte le da la espalda de la manera más trágica.

En la noche entre el 5 y el 6 de agosto de 1970, los carabinieros invaden la villa de William Berger y su segunda mujer, Carol Lobravico, actriz del “Living Theatre”, compañía teatral fundada en 1947, y les denuncian por posesión de drogas. Encuentran la escandalosa cantidad de medio gramo de marihuana (otras fuentes apuntan que fueron 0,9 gramos, tanto da). Ocho meses más tarde, exactamente el 30 de marzo de 1971, les absuelven por falta de pruebas Mejor dicho, absuelven al actor, pues en ese lapso de tiempo, Carol fallece en el Hospital de los Incurables de Nápoles, tras setenta días de permanencia en el manicomio criminal de Pozzuoli, donde inútilmente la tratan de una hepatitis viral que a la postre es la causa de su muerte. El día de la redada y según un debate que tuvo lugar en la Cámara de Diputados el día 23 de abril de 1971 (¡hasta el Parlamento llegó el caso!), los carabineros : “tuvieron gravísimos errores certificando la existencia de intoxicación allí donde no la había; tomando por droga simples cápsulas para el dolor de cabeza y, nada menos, que agua destilada; considerando como drogado al melenudo simplemente por ser melenudo; teniendo por demostrado el uso de estupefacientes por la existencia de varia jeringas de plástico que son utilizadas, por el contrario, por los enfermos infecciosos por sugerencia de los médicos” (la traducción del debate es mía, por lo que, como siempre, no está libre de errores). Nueve personas son arrestadas y al matrimonio Berger, en un reconocimiento médico, se le diagnostica un presunto síndrome de uso de alcaloides del opio que debía tratarse en un psiquiátrico. El Procurador de la República de Salerno dicta orden de confinamiento, y las mujeres ingresan en el ya citado frenopático de Pozzuoli y los hombres en los de Aversa y Nápoles. Es inconcebible. Pero sigue la cosa: el director del Hospital de Pozzuoli, un tal Francesco Corrado certifica el deterioramiento físico de Carol Lobravico, su poco peso respecto a su altura (44 kilos y metro sesenta y cinco de altura), y una fuerte depresión. También averigua que había sido tratada de una hepatitis viral y que 18 meses antes había sido intervenida de un fibroma uterino. Pese todo ello, no se le permite transportar a la prisión los medicamentos que habitualmente utiliza para el tratamiento. Así, el primer día de septiembre de 1970 comienzan las fiebres, que nunca son tratadas convenientemente. El 25 de septiembre se suman los dolores abdominales. El día 2 de octubre (casi dos meses encerrada y atada en la cama; sí, atada) su estado empeora y por fin creen necesario su traslado al Hospital Cardarelli de Nápoles. Allí se le diagnostica una grave infección peritoneal. El 7 de octubre, y bajo sospecha de que tiene el tifus (!!!!), se la traslada al Hospital de los Incurables, donde se constata una infección bronco-pulmonar y una grave infección cardio-circulatoria. El 14 de octubre fallece tras una larga agonía. Su marido solo puede verla el día 9 de ese mes, y ni tan siquiera son capaces de quitarle las esposas.

En palabras del diputado Orlandi en el citado debate: “No debemos olvidar que sobre el pretendido monumento (se refiere a la rehabilitación de la justicia italiana con la absolución del actor) existe un epitafio que constituye una vergüenza para todos nosotros, el apunte de la muerte, en condiciones humillantes y misteriosas de una mujer que tenía derecho a vivir y que continuaría, ciertamente, en vida si la farragosa máquina de la justicia italiana no le hubiese impedido poder disfrutar de aquella libertad a la que, por lo que parece (por la puesta en libertad del actor), tenía derecho”.

Trágica y vergonzosa página negra de la justicia italiana, que dejó morir a una mujer por el delito mayor de encontrar en su casa medio gramo de maría.

Pero como los distribuidores cinematográficos son gente que puede caer pero que muy bajo, no se les ocurre otra cosa que reestrenar “La lama nel corpo”, en la que Berger interpretaba a un médico sospechoso de asesinato, con el siguiente eslogan: “Berger, ¿culpable o inocente?”. Realmente nauseabundo.

Los avatares judiciales de Berger se alargan bastante en el tiempo y le dan una notoriedad mayor de la que ha conseguido por sus actuaciones. Pese a que es requerido por multitud de realizadores importantes, el actor decide quedarse en Italia y vuelve a hacer aquello que sabe: interpretar. Su regreso a los platós viene en forma de “giallo” dirigido por el interesante Tonino Valerii: “Sumario sangriento de la pequeña Estefanía” es una película muy apreciable, bastante cruenta en ocasiones pero que tiene un final bastante precipitado y risible.

Siempre bajo una estricta vigilancia policial en los rodajes, Berger vuelve al “western” con filmes menores como “Y dejaron de llamarle Camposanto” (Giuliano Carnimeo, 1971) -tráiler-, “Un colt in mano del diavolo” (Gianfranco Baldanello, 1972) o “Mano rápida” (Mario Bianchi, 1973). En 1973 es dirigido por Jesús Franco en “Los ojos siniestros del Dr. Orloff”, donde interpreta al malvado protagonista. Supone la primera de las varias películas que hizo bajo las órdenes del realizador madrileño. Otras son “La noche de los asesinos” (1976), “Cartas de amor de una monja portuguesa” (1977) y “Juego sucio en Casablanca” (1985), entre otras.

En 1974 participa en “La merveilleuse visite”, de Marcel Carné, junto con su hija mayor, Debra. Son años de trabajo frenético, en los que a William no le interesa la calidad del producto, únicamente trabajar, quizá olvidar.

Trabaja con Lino Ventura, Isaac Hayes y Fred Williamson en “El policía, el ganster y el violento” (Duccio Tessari, 1974), con Franco Nero y Woody Strode en la crepuscular “Keoma” (Enzo G. Castellari, 1976), de nuevo con Mastroianni y Laura Antonelli en “Esposamante” (Marco Vicario, 1977).

En los ochenta espacía un poco sus apariciones en cine, que compagina con la televisión. Deja que su talento destaque en infinidad de subproductos a las órdenes de realizadores tan poco frecuentables como Luigi Cozzi, Lamberto Bava, Tonino Ricci, Mario Gariazzo y Nello Rossati.

Pero también lo encontramos en películas de mayor relieve, aunque se trate de papeles secundarios, como en “Hanna. K” (Costa-Gavras, 1983), “Il giorno prima” (Giuliano Montaldo, 1987), junto a Ben Gazzara y Burt Lancaster, “Dr. M” (Claude Chabrol, 1990) o “La puta del rey” (Axel Corti, 1990). Su última aparición en la pantalla grande data de 1994, “Berlin ‘39” , bajo dirección del veterano Sergio Sollima. Poco antes del estreno de este filme, el 2 de octubre de 1993, William Berger fallecía de cáncer de próstata.

2 comentarios:

Aura dijo...

Que revés tan duro para un actor al que he visto tantas y tantas veces, con tan bello rostro.

Hoy en día sería bien distinto: si por un poco de maria Berger acabó así imagínese lo que sería de Robert Downey Jr...

Marito dijo...

Hola,
primero que nada felicitarte por tu blog.
Segundo, he notado que en la primer foto de este post el que aparece junto a la bella rubia es Helmut Berger y no William Berger. D)

Saludos...