Con Joëlle Coeur, Lieva Lone, Patricia Hermenier, John Rico, Willy Braque, Paul Bisciglia, Louise Dhour, Ben Zimet, Mireille Dargent, Miletic Zivomir, Isabelle Copejans, Yves Colignon, Veronique Fanis, Monika [Monica Swinn], Jacqueline Priest, Anne Watticant, Jean-Pierre Bouyxou, Raphael G. Marongiu, Sylvio Dieu, Gilbert Schnarbach y Yann.
Una banda de piratas a los que se nos presenta al principio de la película como extremadamente malvados, vejan a dos jóvenes náufragas que encuentran en la playa. Las dan por muertas, pero han sobrevivido y se han refugiado en unas ruinas sobre las que pesa una maldición. Allí liberan a un extraño personaje que se encontraba encerrado y que les promete la venganza que ellas desean.
Contemplar un filme de Jean Rollin siempre es una experiencia. Placentera para unos, irritante para los más, pero que a nadie deja indiferente. Rollin era un autor, mal que pese a muchos, con un universo propio y una sensibilidad estética muy acentuada.
Él mismo presenta esta película bajo el epígrafe de un filme expresionista, aunque yo siempre he considerado al realizador un simbolista, tanto en el aspecto temático como en el visual. Utiliza su visión de lo irracional como traslación de diferentes estados de ánimo. Y lo hace con una imaginería en la que la religión cristiana adquiere una significación habitualmente antagónica a sus dogmas. Lo sagrado se muestra en el cine de Rollin como sacrílego. Esto ocurre en la escena en la que una imagen de Cristo de tamaño natural cae sobre el cuerpo de Joëlle Coeur. Ella intenta liberarse del peso de la estatua en una coreografía que bien podría asemejarse a dos cuerpos manteniendo relaciones sexuales.
Realizada después de “La rose de fer”, que fue todo un fracaso en taquilla, Rollin se la vuelve a jugar, esta vez con una película de piratas, en la que homenajea al cine de aventuras, del que fue un ávido espectador. Pero lo hace, claro, desde su prisma, pues entre sus propósitos entra también la intención de homenajear al cine alemán anterior a 1933.
Así, entre los extraños personajes que pueblan el metraje encontramos a una mujer disfrazada de payasa que adentra a las jóvenes en la isla, y les presenta a una especie de eremita barbudo y a un individuo que, en teoría, representa al diablo en persona y que solo puede ser liberado por ellas. También hay una mujer que se comunica con los muertos. Seres demoníacos contra seres demoníacos se dan cita aquí.
“Les demoniaques” es un largometraje completamente diferente al resto de la filmografía de Rollin, pero que, no obstante, cuenta con el sello típico de su realizador. Desde los aspectos visuales, con unos bellísimos nocturnos iluminados de manera inusual y la habitual querencia de Rollin por las ruínas y el terror gótico. Pero también sus personajes, como en tantas ocasiones, se ven arrastrados al drama. Y lo hacen de una manera incluso más trágica que en otros de sus largometrajes.
Mientras estaba viendo la película pensaba cuánto me hubiera gustado que las náufragas fuesen interpretadas por las gemelas Marie-Pierre y Catherine Castel, habituales en el cine de Rollin. Con posterioridad he leído que Rollin sí que pensó en las hermanas para estos papeles, pero que no pudieron participar por problemas de calendario. En su lugar figuran un par de modelos tan guapas y esbeltas como inexpresivas.
Frente la poca soltura que muestran ellas ante la cámara nos encontramos la gesticulación exagerada del resto del reparto, buscada por el realizador. John Rico y Willy Braque se muestran sobreactuados en todo momento: sus cuerpos se contorsionan de manera poco natural, pero todo ello forma parte de ese expresionismo que busca Rollin en sus personajes.
Mención especial merece la actriz Joëlle Coeur, fascinante en su papel de pérfida pirata que se excita observando como sus compañeros violentan a las jóvenes. Uno de los mejores papeles de esta bella actriz, tan misteriosa que apenas se sabe nada de su vida privada.
En resumen, estamos ante una película difícil de contemplar (aunque no tanto como otras del director). Pero es que en materia cinematográfica somos mucho más conservadores que en otras artes. Las vanguardias todavía sobreviven (en demasiadas ocasiones bastardeadas) en las artes pictóricas, pero ante una pantalla de cine, el espectador medio va siempre hacia lo fácil.
Mucha gente mete en el mismo saco a Rollin y a Jesús Franco, y siempre de forma despectiva. Lo bien cierto es que sí que tienen puntos en común estos realizadores, pero no su cine. Ambos son (en el caso de Rollin, fue) unos grandes cinéfilos. Su cultura fílmica es vastísima y les ha servido para poder hacer finalmente lo que les ha dado la gana. Volviendo al ejemplo de la pintura, Tàpies tiene un dominio perfecto del dibujo, a pesar de que su obra es pura abstracción. Pero se han de conocer perfectamente los resortes de un arte para jugar con ellos como te plazca.
No se la pierdan y opinen qué les ha parecido.
¿Sabías que…?
Entre los diversos títulos de rodaje estuvieron “Deux vierges pour Satan”, “Les Diablesses” y “Tina, la naufrageuse perverse”.
Rollin fue hospitalizado una vez finalizado el rodaje, pues se encontraba totalmente exánime.
Mireille Dargent también fue una payasa en “La rose de fer”.
Ben Zimet es más conocido por su carrera como cantante de música típicamente yiddish. Aquí, un ejemplo:
1 comentario:
Como le oí alguna vez a Joaquín Jordá, está bien conocer la técnica, especialmente si luego uno quiere destruirla o ponerla patas arriba.
coincido totalmente con tu opinión de que el cine es un arte mucho más conservador que las demás artes. de hecho igual que se dice que sólo utilizamos una pqeña parte del potencial de nuestra mente, lo mismo pasa con el cine.. Todavía sueño con la llegada de un cine cuántico, basado más en emociones que en historias.
Publicar un comentario