Existen actores cuyos rostros les predestinan a ejercer de villanos. También ocurre lo contrario: Cary Grant no podía dar vida a una persona sin escrúpulos. Hitchcock lo intentó en "Sospecha" y los productores se le echaron encima y le obligaron a cambiar el final que había previsto. Así la bondad intrínseca de Grant quedaba intacta.
Los rostros de los villanos son muy interesantes. Suelen tener facciones anguladas y algún rasgo distintivo, como puede ser una cicatriz o una nariz inusual. Mis dos villanos favoritos del Hollywood clásico (bueno, de los cincuenta y sesenta) eran Jack Palance y Henry Silva. Dos tipos duros capaces de cualquier maldad. Pero como eran unos actores maravillosos, no se contentaban con ser unos malvados monolíticos y bajo miles de capas de maldad guardaban un ápice de humanidad, como demostraron en películas como "I died a thousand times" (Stuart Heisler, 1955) y "Johnny el frío" (William Asher, 1963).
En España también hemos tenido villanos notables, como Julián Ugarte, Frank Braña, Armando Calvo, Eduardo Fajardo o el gallego Luis Barboo que ahora nos ocupa.
Barboo (realmente Bar Boo, que son dos apellidos) nació en Vigo en 1927 y sus inicios en el mundo del espectáculo tienen lugar en ambientes circenses. Su natural envergadura, conseguida con su trabajo en el circo y la práctica del deporte, le abrió las puertas del cine en calidad de especialista.
Durante sus primeros años se especializó en “westerns” mediterráneos y ya aparecía brevemente en “Por un puñado de dólares” (Sergio Leone, 1964), la película que generó el bum del género. A esta le seguirían títulos como “El halcón y la flecha” (Sergio Sollima, 1966), “El hombre que mató a Billy el Niño” (Julio Buchs, 1967) o “Un hombre vino a matar” (León Klimovsky, 1968), entre otras. Su aspecto fiero, una mirada dura y, sobre todo, una cicatriz que le surcaba el rostro, lo hacían ideal para dar vida a fieros pistoleros sanguinarios de esos que tanto abundaron en el oeste almeriense, sicarios sin piedad capaces de enterrar vivo al protagonista de la película que, lógicamente, ideaba una cruel venganza contra sus malhechores.
También rodó varios títulos bélicos como “Comando al infierno” (José Luis Merino, 1969) o “Los diablos de la guerra” (Bitto Albertini, 1969). En 1971 se acercó al género de terror con el giallo “La cola del escorpión” (Sergio Martino) y se instaló definitivamente en este género de la mano de Jesús Franco, para el que rodó “La fille de Dracula”, “Drácula contra Frankenstein”, “La maldición de Frankenstein”, “Les démons” y “Les ebranlées” en 1972 y con el que seguiría colaborando frecuentemente. Fue templario a las órdenes de Amando de Ossorio en “El ataque de los muertos sin ojos” y trabajó también para Juan Piquer Simón en “Viaje al centro de la tierra” (1976), “Supersonic man” (1979) y “Misterio en la isla de los monstruos” (1981).
Realizadores de prestigio contaron con Barboo para sus películas, como Manuel Gutiérrez Aragón en “Habla mudita” (1973), Roberto Bodegas en “Los nuevos españoles” (1974), José Luis Borau en “Hay que matar a B.” o Mario Monicelli en “Los alegres pícaros” (1988). Especialmente relevantes son sus dos colaboraciones con John Milius en “El viento y el león” (1975) y “Conan el bárbaro”. También trabajó para Burt Kennedy, Monte Hellman, Antonio Margheriti, Ruggero Deodato y Charlton Heston, en una filmografía que comprende más de cien títulos, entre cine y televisión.
Un rostro singular para un efectivo actor de reparto, uno de esos actores que hicieron posible un cine industrialmente rico y variado. ¿Qué sería del cine español sin sus secundarios?
5 comentarios:
Todo un deescubrimiento para mi. Siempre que paso por este blog descubro nuevos secretos del calabozo. Saludos!
Me encantó la cara de la degollada.
¿Usted es de dunwinch o de Imsmouth?
Estupenda informaciòn, te felicito por tu blog. Permitime hacer el link desde el mio para frecuentarte. Muchos saludos.
Lamentablemente fue uno de esos actores cuya cara te suena de muchísimas películas pero q frecuentemente no acabas de ubicar. Este hombre en el cine USAca podría haberse forrado haciendo, eso si, del malo al igual q hizo siempre. Q manía de mezclar la belleza con la bondad y la fealdad con la malicia.
En resumen, un gran secundario (odio lo de actor de reparto) desgraciadamente poco valorado.
Siempre nos identificamos con los guapos protagonistas, pero es más difícil identificarse con el malo, feo o malformado. Pero que imagen más distorsionada tenemos como espectadores! jeje.
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